«La literatura trata de explicar el corazón del hombre» Mónica Rodríguez

¿Cuáles son tus primeros recuerdos relacionados con la escritura?

Cuando yo era pequeña nunca se me pasó por la cabeza ser escritora, antes quería ser miles de cosas. Empecé a escribir en el instituto, cuando empecé a leer poesía. Fue la poesía la que me abrió las puertas de la literatura. Mi abuelo tenía una biblioteca muy grande y en esos poemas que no lograba entender del todo estaba yo, de alguna manera eran un espejo. Había mucha gente que había sentido y que era capaz de contar todo aquello que estaba sintiendo yo y ahí empezaron mis ganas también a contar a través de la palabra lo que yo sentía. Empecé a escribir unas poesías horribles que por suerte las he perdido todas, ahí me cogió el gusanillo de la escritura y de la lectura también porque van unidas. Y hasta hoy. Lo que ocurre es que fue muy despacio. Yo estuve muchos años escribiendo poesía, estuve en un taller de poesía durante quince años en Madrid. Luego aquello fue derivándome al cuento, después al cuento infantil y juvenil, un mundo maravilloso que no conocía, esa mirada limpia del niño. Contar a través de esa mirada me parecía algo fascinante y tuve la suerte de conocer a Gonzalo Moure y mi vida cambió.

Pasaron otras cosas antes hasta que te dedicaste profesionalmente a la escritura .

Siempre fue como hobby, algo que yo tenía ahí y necesitaba escribir. Yo estudié físicas, vine a Madrid a hacer un master, trabajé en un centro de investigación durante quince años y mientras hacía todo eso leía mucho y escribía. De pronto ocurrió algo, me ocurrió algo que siempre cuento en los coles. En el año 1998, hace justo 20 años, me cayeron dos rayos en un avión. Cuando de pronto miré a los ojos a la muerte y sentí que todo se acababa hubo algo en mí que se rebeló y dijo “No puedo morir todavía porque tengo tanto que escribir…Tengo que tener hijos y tengo que viajar”. Entonces me di cuenta de que realmente escribir era muy importante para mí, yo no era consciente de que era tan importante. Fue lo primero que pensé tengo que vivir para escribir, no me puedo morir porque tengo que escribir, quizá suena ridículo pero era algo que estaba ahí. Eso unido a que Gonzalo Moure me apoyaba, estaba detrás animándome, hizo que empezara a abrirse un camino. Él me ayudó a publicar mi primer libro, los siguientes llegaron a través de premios, que no ganaba pero quedaba finalista y publicaba. Vi que ese camino existía y que podía dedicarme a ello.

En el supuesto caso de que tuvieras que volver al CIEMAT (que muchos no contemplamos) ¿Dónde quedaría la escritura?

Vendimos la casa familiar de Oviedo, me llegó un dinero y pensé que con eso iba a intentar cumplir mi sueño de escribir. En mi casa de Cascorro, en Madrid, con las tres niñas pequeñas, cuando yo volvía después de muchas horas de trabajo, escribía de diez a doce de la noche, cansada y a costa de mucho tiempo libre. Y pensé que tenía que darme la oportunidad de escribir con todo el tiempo por delante y la cabeza centrada. Ese dinero me permitió estar dos años sin trabajar para dedicarme por completo a la escritura y ya llevo nueve años y me siento completamente satisfecha, soy una afortunada. También es verdad que he sobrevivido gracias a los premios, si no no hubiera podido con tres hijos, hipoteca, perro…Además siempre tengo la amenaza de volver a mi trabajo porque esto no cubra todos los gastos de mi vida, yo pude irme con red pero si no vuelvo a los quince años pierdo la posibilidad de recuperar mi puesto. Si llego a los quince años, que voy en camino porque dos más voy a estar seguro con el premio que acabo de ganar (Gran Angular, «Biografía de un cuerpo»), va a ser un momento muy difícil de mi vida donde me tengo que plantear si dejar definitivamente esa plaza de funcionario o incorporarme para seguir con esa red si las cosas van mal. Realmente yo no vendo mucho, todavía. Tengo mucha obra pero no vendo mucho de ningún libro, si no es por premios o encuentros en coles no podría sobrevivir. Si se acaban los premios porque se acabará…pues ya veremos pero la escritura siempre estará. Mis hijas ya son mayores y si tengo que volver al CIEMAT tendré todas las tardes libres, ya lo tengo hablado con mi familia. Por lo menos cuatro o cinco horas por las tardes van a ser mías y de nadie más, porque lo necesito, si no van a tener a una madre y esposa amargada, insufrible y de mal humor todo el rato. Yo necesito escribir para sentirme más completa para que mi vida tenga cierto sentido. Yo pienso y siento a través de la escritura, es mi forma de entender el mundo y si me quitan eso me quitan algo muy importante.

Un día hablábamos en una tertulia sobre ser escritor de brújula o de mapa…¿Cómo es tu proceso? ¿Te sumerges en muchas obras a la vez?

Voy de una en una siempre, me cuesta mucho cambiar. Es verdad que hay veces que me trabo más escribiendo y tengo que abandonar algunas obras temporalmente, en ese abandono decido escribir otras cosas. Hasta ahora no había tenido encargos pero el año pasado tuve dos, las biografías de Newton y Lise Meitner, me puse con ellas y luego volví a la otra historia con mucha más luz. Podría hacer un gráfico de mi estado de ánimo, de lo que yo siento cuando escribo las novelas. En todas comienzo con un gran entusiasmo y luego eso va cayendo en picado y a mitad de obra, más o menos, entro en crisis, creo que lo estoy haciendo no vale, no sé por dónde llevar la historia y me cuestiono si interesa. Si supero esa crisis, vuelve a crecer el entusiasmo y vuelvo a estar arriba. «La partitura», por ejemplo, que es mucho más compleja, tuvo varios procesos. «Biografía de un cuerpo» la escribí del tirón en cuatro meses con muchas horas diarias.

¿Quién te gusta que lea tu obra antes de enviarla?

Necesito una lectura ajena a mí porque estoy muy metida dentro de la historia. Lo lee Javi, mi marido, Gabi, una de mis mejores amigas, directora de teatro, y Gonzalo Moure, al que no le mando todo por no saturarle. Son tres visiones muy importantes. La de Gonzalo es la del escritor, el experto, la de Gabi es la editora y la de mi marido es la del no lector, ¡aunque ahora se ha convertido en un gran lector!. Lo más interesante es que las tres opiniones suelen coincidir, algunas con más argumentación que otras pero si la historia falla en algún momento, algún personaje flojea o no gusta, todos lo ven y cada uno me lo dice a su manera.

El famoso bloqueo…

Todos los años. En septiembre.

En verano trato de finalizar todas las historias del año porque  es cuando se cierran muchos de los premios. Las convocatorias salen por esa época y en agosto trato de revisar con distancia las novelas para corregirlas mejor, entonces decido qué va a este premio o esta editorial. En septiembre vuelvo a empezar de cero y paso una semana de vértigo absoluto y pienso que no voy a volver a escribir en mi vida. Se ríen de mí pero lo que yo siento de verdad es eso, que ya no tengo que contar…(A mí también me sale una sonrisa…)

¿Cómo son los encuentros en los colegios?

Tengo encuentros en coles e institutos, no me manejo bien con los pequeñitos. Los cursos que más me gustan son quinto y sexto de primaria. Lo bueno es que están en esa edad en la que me pueden preguntar cualquier cosa y al tiempo son lo suficientemente mayores para reflexionar. Cada vez estoy haciendo más institutos y me gusta más, le estoy cogiendo más el «rollito» a los adolescentes, algo tendrán que ver mis hijas en esto, seguro. No es fácil porque como entres mal…Te presentan trabajos muy bonitos y te cuentan lo que han sentido a la hora de leer y es realmente bonito.

¿Qué posibilidades tiene la literatura que no tiene la física?

La física es una forma de entender el mundo objetiva y la literatura lo explica de una manera subjetiva. La literatura trata de explicar el corazón del hombre, sus miserias, sus deseos, su vida secreta. En la literatura está toda la vida secreta del hombre y no eso no se puede encontrar en la ciencia. Lo que tienen en común es que los dos nacen de la insatisfacción y el desconocimiento, del no conocimiento. La incomprensión e insatisfacción mueve la ciencia y también la literatura, solo que desde dos perspectivas distintas pero se complementan y son necesarias las dos. Si descubrimos que hay vida en otra tierra, eso lo descubre la ciencia, pero si queremos saber qué podemos sentir, hasta dónde podemos llegar con esa vida extraterrestre, eso lo vamos a descubrir a través de la literatura.

Pero ¿crees que el mundo científico lo piensa así?

Quizá no se lo han planteado así pero la literatura es un laboratorio de experimentación. En la literatura están todos los mundos posibles y los imposibles, todos. Y a través de ellos podemos entender y avanzar, podemos cambiar la realidad. Nos transforma a nosotros pero también transforma a la sociedad, el mundo ha cambiado y evolucionado gracias a la literatura. Te cuento una anécdota que también cuento en los colegios que es increible. Un día oí contar a Neil Gaiman, escritor de literatura fantástica («Los mundos de Coraline») algo que me dejó impresionada. En el 2007 se fue a una conferencia sobre literatura fantástica a China, hasta entonces, en China no tenían interés en las novelas fantásticas ni en la ciencia ficción y mucho menos para jóvenes y precisamente a él le invitan por eso. En un momento dado, le pregunta a los organizadores por qué hasta ahora no les había interesado la literatura fantástica y de repente hacían una convención sobre este asunto y le daban tanta importancia, a lo que le contestaron. Los chinos somos muy buenos copiando y muy malos creando. Hicimos un comité de expertos que se fueron a entrevistar a todas las personas que están en empresas tipo Google, Mackintosh…las que se están inventado el futuro. Después realizamos una entrevista a todas las personas que mueven esas empresas y que se imaginan cómo va a ser el futuro y crean esa tecnología y después de entrevistar a todos nos dimos cuenta de que solo había una cosa en común en todos ellos. Todos en su juventud habían leído literatura y literatura fantástica…Ese es el poder de la literatura para transformar y salir de tu realidad. Puedes encontrar otros mundos y cuando vuelves a tu realidad tener el poder para cambiarla.

Final redondo…

A Einstein le preguntaron una vez cómo se podía hacer para que los niños fueran más inteligentes, él les dijo: leedles cuentos de hadas. ¿Y cómo podemos hacerles más inteligentes todavía? le volvieron a preguntar. Leedles más cuentos de hadas, contestó.

Mónica Rodríguez es ya un referente de la literatura infantil y juvenil. Ha escrito más de una treinta obras entre las que se encuentran: «El círculo de robles», «El tren de Vilso», «El naranjo que se murió de tristeza», «Diente de león», «Manzur o el ángel que tenía una sola ala», «Alma y la isla»(Premio Anaya, 2016), «La partitura» (Premio Alandar, 2016), «Piara»…Y muchas otras. Estas son las que yo me he leído, por el momento. Mónica, además, también se ha adentrado en el teatro y las biografías; por suerte, mucho donde parar, mucho donde elegir. En todas encontrarás un prosa cuida, rica y cargada de matices; un respeto por la infancia y la juventud. Su literatura no hace diferencias, nuestros pequeños y jóvenes,  son más pequeños en edad pero no en su entendimiento y se merecen calidad. En todas, también, hallaréis poesía.

Gracias Mónica por una tarde inolvidable y por prestarte a inaugurar esta sección. En mi lista de lecturas, siempre hay tuyas, porque están pendiente de lectura o para trabajar en los coles. Una motivación constante y un horizonte.

Empieza Julio. Todo por delante. Huele a playa, sol, calima, brumas, prados y libros.

www.monicarodriguez.es

 

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